domingo, 11 de mayo de 2008

XVIII Velorio en honor a la Cruz de Mayo de La Trapatiesta.


La agrupación de danza y música tradicional La Trapatiesta, tiene el agrado de invitar a todos y todas a su Velorio de Cruz de Mayo. El próximo vienes 16 de mayo, desde las 7pm hasta las 8am, en Tierra de Nadie de la UCV.

Un poco de historia:

Antes de la colonización existían en América tradiciones que rendían honor al Árbol Sagrado de donde provenía la abundancia y la fertilidad en relación a los ciclos de la madre tierra.

De acuerdo a la historia del cristianismo, esta manifestación simboliza el madero donde pereció Jesús para librar del mal eterno a la humanidad, por eso, durante la colonización de América se impuso el símbolo cristiano de la Cruz a esta celebración, entremezclándose con los elementos propios de las tradiciones indígenas y africanas.

En Venezuela, el Velorio de Cruz es una de las manifestaciones más difundidas a lo largo del país, de una riqueza musical y simbólica muy importante. Cada pueblo honra, de maneras muy propias, a la cruz de mayo, con flores, frutos, velas, el popular sancocho y el ron que no faltan para acompañar esta fiesta tradicional.

En Caracas, son más de 100 velorios de cruz que se realizan durante todo el mes de mayo en las comunidades más populares, esto por la importante presencia de población proveniente de otras regiones del país que trajeron con ellas sus propias celebraciones recordando así su identidad, legando un importante valor a la lucha por la resistencia cultural de nuestros pueblos.

La Trapatiesta en el Guarataro


El pasado sábado 10 de mayo, la agrupación de danza y música tradicional La Trapatiesta de la UCV, brindó a la comunidad del Guarataro, en el sector Cajigal, una clase abierta de Tambores de San Juán en el marco de la celebración del Día de las Madres.

Este clase abierta fue la primera de un taller de danza que se estará facilitando en la Escuela Cajigal, los próximos sábados a partir de las 2pm.

Igualmente, se invitó a toda la comunidad a las celebraciones de los Velorios de la Cruz de Mayo de La Trapatiesta, el próximo viernes 16 de mayo en Tierra de Nadie de la UCV, a partir de las 7pm hasta el amanecer, y al Velorio del sector Las Terrazas, que se estará llevando a cabo el próximo domingo 18 de mayo a partir de las 5pm, con el apoyo de la comunidad del Guarataro y de la agrupación La Trapatiesta.

Seguim
os apoyando la lucha cultural en las comunidades con las tradiciones de nuestro pueblo.

Sobre una tal cruz.


Como parte de la celebración de la Cruz de Mayo, publicamos a continuación un cuento del compañero Milton D´León sobre esta tradición en su país El Salvador, como parte de esta rica diversidad latinoamericana que al mismo tiempo nos hace compartir una compleja identidad y nos invita a seguir luchando por nuestras culturas populares:


Un cuentito breve.

Te lo cuento a ti, en esta mañana de mayo.

La única abuela que llegué a conocer, me decía: “Si el tres de mayo no se pone la cruz en el patio, o si alguien toma una fruta de la cruz sin antes persignarse, entonces el diablo va a llegar a bailar a la casa en la medianoche”. Entonces yo temía que el diablo llegara a mi cama, y recordaba que en años anteriores, cuando no cumplía lo encomendado, llegué sentir los pasos del diablo en el corredor de mi casa. Recuerdo de un año en que sentí su llegada, y me refugié en el lecho de mis padres para protegerme del lucifer. Todas esas cosas sentía en mi casa de corredores anchos, de salas inmensas y de patios engrandecidos. La historia trataba de la fiesta del día de la cruz, del tres de mayo, en el que alrededor de la cruz, en el patio, la llenábamos de frutas de la estación, de todo tipo de frutas, con las frutas de mayo. Mayo es un símbolo de flores y de frutas en mi pequeño rincón centroamericano. De chiquito me acostumbré a esta fiesta y le sentí la fuerza de mis contornos coloridos.

Recuerdo entonces mi ciudad de interior pueblerino, en la que teníamos una montaña, y en su cima una cruz, en la cual, el tres de mayo, todos subíamos con nuestras frutas de la época, y nuestras angelicales pasiones del alma, contentos después de haber atravesado un río, un río pasible de ser atravesado. Aquello era una alegría, todos corríamos hacia la montaña, después del mediodía, y hacia el día de la cruz. Hasta recuerdo que un día, al caer la noche, y después de volver de la montaña, me descompuse por haber abusado de las manzanillas, y también recuerdo de una planta que quise llevarme a casa pero que solo podía sentir su fuerza en lo alto de la montaña, y por tanto murió al tercer día de ser sembrada en mi casa.

El momento me evoca. La cruz que hacíamos en nuestro patio tenía que ser hecha de un árbol que tiene una corteza verde que se descascara como si estuviera mudando piel. Esa cruz la adornábamos con coloridas guirnaldas y banderines hechos de papel brillante, y por supuesto la infaltable fruta de temporada, como los frutos riquísimos que llamamos de coyoles, los suculentos mangos, los jocotes de invierno y la apetitosa papaya, entre tantas frutas de aquellos años estremecidos. Tal vez estas frutas te suenen extrañas. Y además, decirte que durante esta bonita fiesta se realizan celebraciones que incluyen procesiones, danzas, rezos y repartición de tamales, pan dulce y café, y por supuesto las apetitosas frutas.
A través de mi inocente mirada, recuerdo que en los pueblitos se ofrecía abundante y pintorescamente toda clase de adornos de papel, cruces de madera, arreglos hermosos de «flor de la cruz» en todos colores, cadenas de papel dorado y plateado y diversidad de frutas que en abundante cosecha el campo ofrecía, para brindarle a la gente como si fuera una vendimia pintoresca. Y de niño me postergaba frente a esa cruz, con mi inocencia de párvulo para rendir una reverencia, y tomar la fruta que más me apetecía, comerla gustosamente sin preocuparme de que el diablo pudiera llegar a bailar a mi casa en la medianoche.

En esas historias, la abuela me decía que se invocaba, para que el diablo no llegue a bailar a nuestras casas, la tradicional copla: “Vete de aquí Satanás/ que parte en mí no tendrás/ porque el día de la Cruz/ digo mil veces: ¡Jesús, Jesús, Jesús...!”, y así de fácil el diablo no debería de asomarse. En este tres de mayo, me he acordado de esta fiesta, que conocí en mi infancia inquieta, cuando llevaba múltiples frutas para poner al pie de la cruz que habíamos hecho en el patio, con mis calzoncitos cortos de color azul y guayabera blanca. Así, fue mi infancia llena de intensidades conmovidas. Y hoy cuando el recuerdo me ha venido, he querido decírtelo. Quise contártelo para que supieras como cuando de niño yo supe retener un sueño que nunca me supo abandonar. Es este sueño es el que me hecho al cantar.